Tienes razón, -dijo ella a su marido con su habitual tono dulce y sospechósamente condescendiente– después de hablar contigo y pensar un poco, me he dado cuenta que mis celos no eran más que un deseo irrefrenable hacia tus labios y tu cuerpo. Va a ser eso, que me gustas demasiado, cariño.
Ay, qué tonta he sido, si tan siquiera pudieras perdonarme. A lo mejor podría empezar por compensar mi falta de dulzura con estos dulces que he cocinado. No me digas que has comido pasteles antes de venir a tu casa con tu mujer. No pasa nada, seguro que has dejado algo de hueco para mí, por si me daba por cocinar, que bien sabes que a una mujer a veces le apetece “cocinar” para su maridito y puede sospechar si no tiene hambre, así que seguro que te cabe un pastelito pequeñito.
Sé que a un hombre se le gana por el estómago. ¿A que sí? ¿A que se os gana por el estómago? ¿Quieres uno? Es que quiero ganarte frente a las tentaciones de fuera. Me he fijado que últimamente te gustan mucho los dulces y que los comes en secreto fuera de casa. Aunque no me digas nada, una mujer sabe cuando su marido come fuera. ¡Qué goloso ha salido mi maridito!
Come despacio, cualquiera diría que estás nervioso por algo. ¿Estás incómodo cariño? ¿Es que te intranquila comer con tu mujercita? ¿O es que te resultan insípidos mis postres? Porque antes bien que te gustaban y me pedías que dejara todo y te hiciera un dulce sobre la marcha y no te ponías nada nervioso…
Tonta, tonta he sido por pedir que el hombre con el que me casé no le gustase comer fuera, que sólo te metieras en la boquita cositas que sólo te diera yo y que nadie más pudiera darte. Yo te he dado mi vida entera para ti, pero como me has explicado, es que estaba confundida y veía las cosas al revés. En vez de darte la vida, quizás ahora debería darte la muer… jajaja, es una broma, cariño, ya sabes cómo soy. Sigue comiendo, amor.
¡Uy! Nervioso o no, sí que parece que te han gustado. Cómo te gusta comer entre horas pillín, jajaj, no hace falta que comas más, pero los he hecho sólo para ti y sería una pena que se pusieran malos. Mírame, mírame a la cara mientras te los comes. Me gusta que los saborees mientras hace efecto el… chocolate.
También te he reservado uno, por si quisieras tener energía en esos paseos largos que te das y que nunca me cuentas a dónde llegas pero de los que vuelves tan cansado o para cuando te quedas en el gimnasio hasta tarde y llegas agotado, sin hambre pero con olor a bizcocho recién horneado.
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¡Policía! ¡vengan rápido Acabo de llegar a mi casa y me he encontrado a mi marido muerto en la cocina!.
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No señor agente yo no sé nada, estaba fuera, tengo muchos testigos que darán buena cuenta de dónde estuve. Él llegó con una bolsa de pasteles y una nota de una tal Lucía. Se comió varios, me dio un beso y se desplomó sobre el álbum de fotos de nuestra boda.
No sé, creo que tiene una compañera de gimnasio que se llama así y tiene una pastelería, por cierto, yo investigaría porque puede que todos sus clientes hayan sido envenenados también en un ataque de celos.






