Mis tres palabras

Dicen que si quieres conocer a una persona, debes escucharle inventarse un cuento porque ahí es donde aflora el subconsciente. Los personajes, las situaciones, el entorno etc, da muchas pistas de quienes somos en realidad.

En esta ocacasión Diego Tomé nos pedía que directamente fuéramos nosotros mismos los protagonistas de un relato. Ni Juan, ni María, ni Laura, ni Javier. El prota debía ser EduCosta y tenía que tener un gran componente personal, PERO…

…PERO, la acción debía suceder en un entorno que no nos pegara nada y yo jamás de los jamases me imaginaría aquí:

TRES PALABRAS

UN AÑO ANTES.

Mientras le acompañaba a la puerta, Carmen le dijo con tono burlesco, «-Edu, piensa lo que te he dicho, me tienes que decir tres palabras que te definan, si es que eres capaz, que conociéndote…-» Tras una cálida sonrisa y un guiño la cerró, dejándole a él fuera y a ella dentro.

Ver las puertas cerrarse siempre generaban en Edu un vacío. Una puerta cerrada anulaba el tiempo, el pasado y el presente. Había algo en ver una puerta cerrarse que no podía asimilar. Una puerta cerrada era soledad, desgana y desierto. Se fue camino a su casa.

Cuando una puerta se cierra, se da cuenta que todas las demás también lo están. Pero aquel día vio una abierta, la de la iglesia de su barrio, el Perchel, estaba abierta. –¿Cómo es que nunca he entrado aquí? – Le entró curiosidad.

TRES MESES ANTES DE ENCONTRAR LAS TRES PALABRAS: PROYECTO

Eduardo, tú has estudiado y sabes qué significa proyecto. Proyecto es involucrarse, proyecto es ir de principio a fin, pero no la parte que se ve. El proyecto es todo. Las cosas feas también son proyecto, lo que nadie quiere hacer, también es proyecto. Hay mucho que hacer y sabes que es realmente duro. Es un reto grande, grande y te necesitamos.

Eduardo, ¿formas parte?

TRES SEMANAS ANTES DE ENCONTRAR LAS TRES PALABRAS: EQUIPO

Edu, escucha, aquí somos un equipo. Haz caso al hermano mayor, que la primera vez es siempre dura. Tú no te preocupes, que David a tu izquierda y yo a tu derecha vamos a darlo todo y estaremos pendientes de ti y tú debes estarlo de nosotros. Nos protegemos y nos cuidamos. Somos un equipo, todos a una. El trono pesa mucho, mucho y la procesión es larga, tú has preparado la travesía, lo sabes.

Si ves que a Juan, delante tuyo, empieza a curvarse, tú coges más peso, que él tiene problemitas en la espalda. Javier cojea, si ves que tal, lo mismo. Yo cada poco te daré un toquecillo y tú me miras y en función de tus ojillos ya sabré yo cómo vas ¿Entendido, hermano?

TRES MINUTOS ANTES DE ENCONTRAR LAS TRES PALABRAS: PASIÓN

Es verdad. Cuando dejas de ver se te acentúan los otros sentidos y siendo cofrade, debajo del trono, apenas ves los pies y la espalda del de delante, pero sientes toda la pasión. Sientes cómo el mundo se agolpa delante de la puerta de la iglesia, cómo ansían la salida del paso. La pasión de tus compañeros, tu equipo, tus hermanos respirando hondo concentrados.

El olor del incienso y el olor personal de cada uno se mezcla en tu corazón. Ese olor no lo olvidas jamás. La pasión de los niños jugando, señoras rezando, jóvenes jaleando, hombres llorando, adolescentes cantando y tú estás ahí, a los pies de la Virgen del Carmen a la espera. Suena la campana. Todos los corazones de los cofrades laten a la vez con la pasión de un equipo que persigue un gran proyecto. Y nos levantamos.

EDUARDO ENCUENTRA LAS TRES PALABRAS: CARMEN

Al acabar, Carmen le estaba esperando, iba vestida como un ángel. Edu, con la poquita voz que le salía tras el esfuerzo y la posterior eclosión de pasión por lo vivido con su equipo en ese tan magno proyecto, le dijo chulesco

—Wow, jamás pensé que te vería así vestida, Doña Elegante —a lo que ella le respondió.

—Ni yo jamás pensé que vería al mismísimo señor Eduardo pasear la Virgen.

—Ya, ni yo. —Edu se sincera relajado—. Por cierto, —prosigue— tengo mis palabras, Carmen, son “pasión”, “equipo” y “proyecto”.

Carmen le miró con una mirada de despertar, pasional e infinita y dijo:

—Edu, pues si el equipo puede ser de dos, te propongo un proyecto lleno de pasión.-

Las dimensiones del tiempo

Hoy los deberes del curso de escritura creativa que sigo con Diego Tomé con el cual llevo 3 años, versaban sobre el Tiempo. Exactamente sobre los recursos disponemos los escritores para evitar la linealidad en una historia.

Yo, que disfruto complicándome, también he querido aprender a ponerle voz a personajes de diferentes edades y a escribir sin género (nada que ver con el «lenguaje inclusivo») Te planteo un reto ¿de qué género son los protagonistas?

Y tú, ¿también escribes un diario?

Las dimensiones del tiempo

16:35 h. de hoy

-¿Este es el famoso libro del que tanto me hablaste? ¿En el que escribías lo que sentías? Venga, dejamos de estudiar un segundo y me cuentas la historia.

-Pues, efectivamente, este es: Era una idea de mi madre. Cada siete años lo leía y apuntaba qué me había inspirado. Definitivamente sin sus repetidas lecturas no estaría aquí, seguro.  Escucha. 

Yo 7 años. UNA DIMENSIÓN: LARGO

Vale lo haré ¡Pero no mires, mamá! Quiero que la nota sea secreta.

¿Aquí, en lo blanco del libro? ¿Cómo empiezo? Bueno, da igual. Empiezo. “Hola, futuro yo, ¿cómo estás?, espero que bien jaja. Soy yo, tengo 7 años y quiero decir que este libro tan largo me ha gustado porque me ha hecho sentir muy bien y me ha hecho soñar con ayudar y  hacer feliz a la gente de mayor”.

Ahora guardo la nota en la solapa del libro y lo pongo a la estantería. ¡Hasta dentro de 7 años, libro bonito!

16:35 h. de hoy

SÍ ¡me acuerdo!, fue ahí cuando pensé en qué quería ser de mayor y empecé a fijarme en que el mundo era más que lo que vivía.

Yo con 14 años. UN MUNDO EN DOS DIMENSIONES: ANCHO

Me he vuelto a leer el libro como me prometí. No lo recordaba así: me da gringe una movida: O sea, WTF que el boss va con sus movidas de boss troleando y la peña empanada le hace follow sin más. Es putoflipante. Es como si todos estuvieran pillaos mood “meh!”. ¿No ven la historia o qué? En plan  que si el de al lado hace un jari tengo que hacer yo lo mismo o cómo vaMalro 100%

Para mi yo futuro: No te quedes al cuelgue y sáfate de todas las movies, que esto está muy loco y la lengua, sólo para lamer a tu crush.

Espero que cuando leas esto te mires y digas: lo peto, estoy on fire y a mí ningún don nadie me jala.

16:36 h. de hoy

Ya ves, cariño. Catorce añitos. Tenía catorce añitos y mientras mis compañeros hablaban de los top ten de la clase en mi corazón nacía la idea de que la autoridad se ganaba sumando con la gente y no a base de llegar a ser profesor o político o padre.

Yo con 21 años. LLEGA LA TERCERA DIMENSIÓN: PROFUNDO 

Quiero decirme que normal que las cosas sean como son en la sociedad.  En plan, ¿hola? Alguien tenía alguna idea de hacer algo positivo con este libro-panfleto aparte de manipular a una mentes moldeables sin capacidad de decisión ni perspectiva social. Es de un retrógrado antipluralista y Orweliano modo sácame el corazón por la boca si tal. ¡Cómo no lo vi hasta ahora! No se puede ser tolerante con el intolerante. #asínosva

Yo del futuro, dime que las semillas de la integridad social que estoy plantando no se han convertido en un vulgar meme que es retuiteado sin sentido, que deja en visto las ideas y te has estancado en tu género, tu sexo y tu identidad emocional en un binarismo que en realidad no existe. Espero que hayas roto las barreras que te impiden fluir no sólo hacia arriba y abajo, sino hacia los lados y hacia dentro y hacia afuera, siempre con lealtad, con fortaleza, constancia y en defensa de les persones desfavorecides.

Yo del futuro, dime que en él tienes integridad, dime que sentiré orgullo por mí.

16:37 h. de hoy

Sí, el libro tenía más dimensiones conforme lo leía: Descubrí que la sociedad no sólo se divide en clase alta y clase baja. Hay cientos núcleos interconectados que el Sistema necesita que sean inamovibles.

Aquí decidí que tenía que luchar con todas mis armas contra el Sistema.

Y no hay más por ahora. Recuérdame que el año que viene, vuelva y me lo relea.

Yo con 28 años. La cuarta dimensión: el paso del tiempo 

El olvido: Esa característica que tienen los recuerdos de desvanecerse poco a poco. Se desvinculan del día a día, de las habitaciones, del calendario, de las personas y de las cosas materiales. Las cualidades sentimentales, emocionales y sensibles vinculadas a un objeto, un pasado y una persona, desaparecen, cegadas de visión por futuro brillante y es que las cosas materiales y sus vínculos hacia nosotros quedan estáticas mientras la vida gira y gira. 

Nadie más escribirá en el libro, no se volverá a leer ni a recordar esos momentos en los que nos dirigíamos a ser quienes seremos. No habrá conversaciones al calor de un recuerdo y el libro quedará mimetizado en esa biblioteca del trastero con el resto de sueños, aspiraciones, polvo y olvido hasta el día en el que todo se acabe.

Pero lo que es seguro, es que todos sus yoes pasados aplaudirán con entusiasmo las decisiones que tomará a lo largo de su vida.

Vino y Rosas

Por primera vez en tres años toca dar en clase los RELATOS ERÓTICOS. Ha sido un reto por dos motivos:

El primero es que quería alejarme del relato heteropatriarcal masculino y buscar un erotismo menos pornográfico visualmente y más erotizante para los demás sentidos, hasta el punto que ni describo físicamente a las protagonistas salvo lo mínimo para marcar carácter y así facilitar al lector que pueda elegir a su protagonista más deseada

El segundo reto es que 600 palabras no dan para extenderse y todo el desarrollo de los dos personajes, sus historias y el encuentro entre ambos se me quedó reducido a la mínima expresión por centrarme en lo que tocaba: EROTISMO. (aunque una mirada bien lanzada puede serlo y mucho) Tiré mucho de arquetipos, desde el nombre de las protagonistas hasta los productos que sugieren las escenabuscando el ahorro de contenido para limitarme al número de palabras exigidas

Me ha gustado escribirlo. Quizás leáis alguno más por aquí.

VINO Y FRESAS

Cayetana llega a última hora al supermercado. Elige la compra y llega a la caja donde atiende Jenifer aunque es la que más gente tiene. Esa cajera consigue hacer que la nada favorecedora camisa de uniforme le quede tan bien… Quizás por estar tan ceñida o por remangarse las ya cortas mangas enseñando sus tatuajes, o por dejar abierto ese botón para que entren las miradas ajenas como la suya. ¿Se habrá puesto el conjunto que le queda tan bien? ¡Ay! Y no decir de su pantalón, ni de su piercing en la comisura de esos labios carnosos que sonríen con tanta fuerza o esos ojos azules que con la línea pintada parecen de todo menos angelicales. Si sólo se atreviera a mantenerle la mirada… Piensa Cayetana mientras se muerde un labio.

Jenifer ve a Cayetana entrar. La mira de reojo queriendo que sus miradas se entrecrucen y sonreírle como ella sabe pero hoy tampoco va a ser. Siempre le ve elegante, pero como más le gusta es cuando va con ese pantalón de gimnasia que hace que no haga falta tener mucha imaginación para conocer la forma de su cuerpo. Tampoco esa camiseta blanca, vieja y holgada enseñando el hombro deja nada a la imaginación o peor, lo deja todo. Se tiene que arrancar tan fácilmente con los dientes que le hace salivar nada más verla.

Ya le toca poner las compras en la cinta. Cayetana la mira de reojo, Jenifer la mira fijamente. Cayetana se sonroja, Jenifer se muerde un labio. Cayetana hace que la ignora, Jenifer se desabrocha el botón de la camisa. Cayetana lo ve. Jenifer se anota un tanto.

-Así que hoy toca fresas de postre- Rompe el hielo Jenifer mientras piensa en las dos metidas en la bañera, sedosas, en penumbra riéndose de la nada y masticando lentamente la dulce fruta del misterio que las une. Besando el recorrido de las gotas rosas que bajan desde la boca de Cayetana hasta donde su cuerpo se derrite. En ese lugar se imagina poner los dedos para acariciarla muy suavemente, dejando una película de agua entre las yemas de los dedos y el arco carnoso de las piernas abiertas de Cayetana.

-Sí –, responde tímidamente Cayetana, pero lo que no dice es que quiere que las dos muerdan la misma fresa y que gotee entre los resquicios que dejen sus labios besándose ahí mismo, delante de sus compañeros, vecinos y las cámaras de seguridad. Morder y morder hasta que se muerdan los labios la una a la otra, que las lenguas actúen como nexo del sexo entre las dos y la saliva como lubricante para dos bocas llenas de hambre y ganas de comer-se.

Y un poco de vino, hoy tienes ganas de “fiesta” ¿eh?– Continua Jenifer con picardía mientras se imaginaba a Cayetana moviéndose desnuda en la bañera con una copa de vino para ella, bailando al ritmo de los latidos de un corazón que desfibrila por tocar esa piel de melocotón y abrazarla de tal manera que el agua y el sudor de ambas se Cayetanapore. Piernas anudadas, pecho con pecho, labio con labio y cuatro brazos que se mueven como si quisieran descubrirse en cada segundo. Respirándose, mirándose, lamiéndose: mezclándose.

-Sí, ya ves-. Responde Cayetana nerviosa, aunque su cara refleja que si pudiera, el vino sería para vertérselo encima e ir bebiendo de todo su cuerpo, lamiendo todo lo que hay desde una pierna hasta la otra y subiendo haciendo zigzag por todo su cuerpo sin que quede un poro, un pelo o un pezón sin rebañar y después morderle los labios con sabor a Oporto, sudor y saliva.

-Cayetana,- dijo Jenifer en un impulso –¿te gusta lo que me he puesto para ti?– Cuando ella se dio cuenta que como iba de uniforme sólo podía hablar de su ropa interior se sonrojó y le dijo: -Me chifla, aunque yo para ti no me he puesto nada. -De nada. Por cierto. cenamos a las 10, en mi ficha de clienta tienes mi dirección.

Imágenes richard530 y marraz-dezagun

Heterónimos

Heterónimos: En su acepción literaria, heterónimo es el nombre falso adoptado por un autor para atribuirle parte de su producción. (wikipedia)

Básicamente consiste en escribir como si no fueras tú: cambiando tu estilo, léxico, temática etc, por otra diferente a la tuya. En mi caso he cogido dos personajes interiores míos (tenían que ser míos, era parte de los deberes): Oscar Costa que escribe un relato oscuro, denso, difícil y agobiante y Sonia Romero que habla de Oscar en un formato pausado, dulce, cálido y realista.

Quisiera llegar al punto en el que pueda escribir algo sin que se vincule conmigo. Como el actor que interpreta papeles con tanta maestría que te olvidas de la persona real y sólo ves al personaje.

NO SÉ NADAR Por Oscar Costa

Te muerdo fuerte los labios para entrar en tus húmedas fantasías, para que sientas lo que es el dolor, para que aprendas lo que es el amor cuando no cubre los anhelos que ansías. Tus besos saben a sangre y a estrofa de poesía. Voy derecho a tu pecho. Te quiero.

Araño tu piel, colecto tu miel de las colmenas, te libro del dolor que almacenas en tu alma infiel sobrada de penas. Pensaba que no podían hacer eso las sirenas. Voy derecho a tu pecho. Te quiero.

Bajo por tu corteza arañando con los dientes el camino entre tu boca y tus latidos. Voy derecho a tu pecho. Te quiero. Claro que quiero. Quiero sentir cómo fluye el desdén cuando me enfilo hacia el edén donde nacen las emociones que luego acaban a flor de piel. Si las sientes bien. Si me quieres, ven. Yo elijo ir. Voy derecho a tu pecho, te quiero.

A tu pecho, mis hechos. A tu amor, mis desechos. Hedor que cosecho el odio cultivado con semillas que planté en tu corazón en barbecho.

Te quiero, tu pecho, tu pecho, te quiero, tu te quiero, tu mi pecho, mi tu pecho. pumpum, pumpum, pumpum.

Te quiero, sí, te quiero, te quiero poder olvidar, que quiero poder suicidar, te quiero poder empujar al cajón de las tías que nunca quise volver a llamar. Quizás sí para follar. Una cuenta más en mi collar. Para, respira. ¿Dónde está el botón de rebobinar? Voy derecho a tu pecho. Te quiero.

Te quiero, te quiero, te quiero.

Te quiero cerca para me veas meterme en el mar, ya sabes que no sé nadar. Te quiero poder mirar mientras me cubre un agua oscura que ni cura ni fragua ni sufre al verme alejarme de la realidad. Tranquila, los médicos dirán que padecía cualquier enfermedad y para ti, sólo seré aquel chico que viste una vez nadar en el mar.

Alabadas sean las oscuras luces de la noche. Te quiero.

Alzadas sean las sordas sombras del derroche. Te quiero.

Amados sean los mudos ecos de tu reproche. Te quiero.

Voy derecho a tu pecho.  Te quiero, te quise, te que, te te, te nada. De nada. Porque no sé nadar.

QUIÉN ES OSCAR Por Sonia Romero

Oscar es el adolescente que ponía posters de nirvana y Green Day en su habitación para escaparse del mundo y al que sus camisetas negras de calaveras al final acabaron tatuando su piel. Adolescente hipersensible que ponía la música alta a sabiendas de que a esas horas su vecino Don Antonio estaba jugando al Mus en el Hogar del Jubilado y no podía molestarle.

Posee la personalidad de un joven a quien ser adulto le queda grande. Que tiene fe en una humanidad que no siente como propia. No han sabido hacerle crecer y hoy su fachada tatuada son los muros maestros de la cárcel de oro que se ha construido en torno a su imagen. Se esconde tras su ego, se camufla entre las adulaciones que busca permanentemente y ese disfraz de niño malo que le cala en la piel cuando se duerme entre nubes de algodón impregnadas en alcohol para desinfectar las heridas.

Cuando quedé con él para hablar de este poema, me enseñó triunfante su último tatuaje: poker de reinas. Exactamente la jugada que me hubiera arruinado y humillado aquel día que fue al concurso de poesía donde yo quedé segunda y acabamos todos jugando a las cartas en tu casa. Sí, Oscar, sé que tenías esa jugada maestra y sé que te dejaste ganar.

Así es como hay que leerle, así es como nos bañamos en sus relatos y cómo podemos saborear todos los tonos de negro que utiliza en sus palabras y que él se imagina que es la realidad que le rodea, sin darse cuenta que es él el que le da al filtro de blanco y negro en ese mundo de colores en el que vive.

Imaginemos que leemos al niño que escucha música Punk a todo meter, pero que a su vez, está atento a cuando Don Antonio llega a su casa, para quitarla y ponerse a escribir.

Metáforas.exe

Metáforas, nuestros deberes del curso de escritura creativa eran las metáforas: Metáfora común o impura. Metáfora de complemento preposicional. Metáfora aposicional. Metáfora negativa. Metáfora pura.

METÁFORAS.EXE

-Javi, tenemos que quedar para hablar, ¿nos vemos en banco del parque a las 7 y media?

“Tenemos que quedar para hablar”, ¿cómo que tenemos que quedar para hablar? Nosotros nunca hemos quedado para nada. Simplemente quedamos y ella habla y ella decide qué hacer y yo pongo trabas. ¡Ese es nuestro rollo!! Todo improvisado sobre la marcha! Nada de “tenemos que quedar para…”

Suena el ventilador de mi  CPU girar como si en Matrix hubiera una realidad alternativa difícil de procesar. Se ha iniciado el programa “tenemos que hablar.exe” ¿cómo es posible? ¡compilo todos los días para que no se ejecute “tenemos que hablar.exe”?? Alguien le habrá tenido que meter  ese virus en la cabeza. Seguro que es Laura, que tantos mensajitos le escribe. “Traquilo Javi, sólo es una amiga con la que voy de compras” ¿si mi “amiga”/EX me viera en ropa  interior una vez por semana, estarías tranquila cariño?… otra vez el ejecutable “celos. Exe” consumiendo mi unidad de procesamiento. Necesito chocolate.

Ay qué lástima. Si es que éramos muy apañaos. Éramos como una cuchara y un tenedor que yacen uno sobre otro en el escurridor de platos. Como un comic delgadito que se inclina y se apoya sobre una novela gráfica de tapa dura. Como dos croquetas que se abren en la freidora y se pega su masa y se vuelven una misma cosa-croqueta. Como dos cepillos de dientes en un vaso que acaban hebra sobre hebra, lo que da algo de asquete, si lo piensas, pero es bonito a nivel metáfora. Como esas dos naranjas que de estar tanto tiempo juntas comparten moho. -visto así, quizás sí que es verdad que tengamos que hablar.

Pero no desde hoy seremos dos calcetines desparejados. Ella en el tendal, secándose, rodeándose de otros calcetines y calcetinas llenos de color y yo abandonado. Los calcetines sueltos no vamos a un universo paralelo a través de la lavadora, somos olvidados detrás del cesto de la ropa sucia, donde, curiosamente, nunca nadie busca.

Y lo peor de todo es que cortará conmigo en el banco del parque donde quedamos siempre y se me quedará el corazón como se me quedaba el culo: frío y manchado de cagadas de paloma. Y comeremos de una bolsa de frutos secos variados y ella me quitará toda la sal del fondo y mi vida se volverá sosa. Se comerá los anacardos, las avellanas, las nueces y los panchitos y me dejará las pasas. Lo más dulce me sabrá lo más amargo. Claro que me dejas las pasas, Laura, porque pasas de mí. Ay Qué lástima.

Me quedan los últimos 100 metros. Ahí está, ha llegado puntual y sin bolsas del Primor, qué mal rollo. Con lo bonica que es, con su pelo largo, liso y brillante de fibra óptica. Con su piel tan suave y tersa del cristal que hacen las pantallas de un I-phone y esos ojos miopes fullHD. Las pecas de su cuerpo, constelaciones, galaxias, universos lejanos que están a años luz de cualquier otro ser humano de tal dimensión, aun siendo tan pequeñita. Quien fuera Spoc para aterrizar en todas ellas.

Me hace sentir como las baterías mal fabricadas que se calientan, se hinchan y explotan, pero de amor.

-Hola Javi.

-Hola Laura, ¡te amo! ¡¡no me dejes nunca!!

-¿Cómo? A ver, nooooo, Hola Javi o sea, siéntate, a ver, como te lo explico… ¿te has preguntado qué pasa cuando una cuchara y un tenedor yacen juntos en el escurridor de platos?, que dentro de siete meses, tendremos nuestro primer cubierto de postre.

Quería superar sus miedos

Los deberes de hoy consistían en un relato siguiendo unos parámetros que, por respeto a la labor docente de mi señor profesor, mantendré guardados, sólo diré que el relato debía empezar y acabar con la misma frase.

Quería superar sus miedos. 

¿Qué miedos? ¿Miedo a la vida, a la muerte, a la soledad? ¿Miedo al éxito? ¿Miedo a hacer el ridículo? ¿Miedo a lo desconocido? ¿No son, acaso, todos los miedos, miedo a lo desconocido?

El último intento fue un coach. Uno de esos súper guapos, atléticos, energéticos y bien vestidos que te echan la culpa de tu infelicidad, porque todo lo puedes conseguir, porque sólo tú puedes creer en ti mismo y no tienes que demostrarle nada a nadie, salvo al Universo. Encima los miedos se irían solos, con unas grabaciones nocturnas que escucharás al dormir.

-Puto cantamañanas – se decía Laura- pero qué bueno es dejarse engañar de vez en cuando. 

Son las 3 de la mañana. Le da al play y se mete en la cama. Como un eco profundo suena esa voz, esa voz, esa voz… Quiere concentrarse, pero sus ojos se cierran al instante.

¡Alto!, ¡qué ha sido eso! Laura respira en silencio para volver a escuchar otra vez ese ruido, ese sonido tan humano. Noche cerrada. Golpecito, golpecito, ventosa. El sonido de unos pies descalzos es muy reconocible. Golpecito, golpecito, ventosa. Cada vez más cerca. Golpecito, golpecito, ventosa. Hay alguien en casa, eso es así, -Laura tranquila-. Golpecito, golpecito ventosa. En el pasillo, en el pasillo, largo y oscuro que desemboca en tu habitación hay alguien. El corazón se le para. Tiene miedo, miedo como nunca. Es sólo una brizna de hierba en un incendio forestal. Miedo, de el de verdad. 

Pero algo le salta en lo más profundo. Le suben los latidos más y más y más y Laura se levanta de la cama gritando como una leona. Una energía como si tuviera mil cañones por banda a toda vela, no pisa el gres si no vuela una leona hacia ti. –Se dice- Laura, con la vida a flor de piel, sale de la habitación y abre la puerta del pasillo para callar esas huellas pisando fuerte y decidida. ¡Y enciende la luz!

Tras el fogonazo no hay nadie. Espera, ¿cómo es posible?

Con el resto de energía, adrenalina y más sensación de aquí y ahora que hacer mindfulness hasta el culo de té indio en la misma Estupa,  revisa la casa. Nada. Nada y más nada. 

Vuelve a la cama. ¿Eran pasos? Estaba segura de ello, pero ¿y si no?

Extrañada y aliviada vuelve a dormirse, poco a poco el cuerpo retoma ese estropajo rugoso que solía sentir que era y se adormece. 

Golpecito, golpecito, ventosa se oye. –Laura, tranquila, no hay nadie, se dice.

Golpecito, golpecito, ventosa se oye. –Laura, tranquila, no hay nadie, se repite.

Golpecito, golpecito, ventosa se oye. –Laura, tranquila, no hay nadie, insiste.

Respira hondo, sabiendo que era su último aliento y dice bien alto. -Ven a por mí. Ven y haz lo que hayas venido a hacer. Yo soy sólo una mujer desarmada. Únicamente te pido que cuando vayas a entrar en mi habitación, me dejes mirarte a los ojos una vez. 

Los pasos se repitieron toda la noche y Laura, tendida boca arriba, respiró hondo sabiendo que tenía un pacto. Y se durmió. 

A la mañana siguiente le despierta un whatsapp, era su coach: “oye, lauritas, perdona, que me dejé la grabadora puesta mientras hacía cosas en Casa, espero que no te asustara, nos vemos esta tarde”. 

No, tiomierdas, no. No te necesito más, a fin de cuentas yo… Quería superar mis miedos. 

Phaphá

A las 5:37 suena el despertador, muy bajito, al volumen justo para despertarle sólo a él, aunque hoy no importara cuánto ruido hiciera. Tarda 23 minutos en vestirse y 12 en llegar al mirador frente a su casa. Exactamente a las 6:12 es el amanecer y quiere verlo. Según le dicen, hay algo que se le escapa en cada crepúsculo, porque sinceramente, no les ve la gracia. Nunca importó, pero la diferencia es que ahora “no es normal ser tan insensible”. Si algo envidia de los heteros, es poder echarle la culpa del comportamiento histriónico de su pareja a las hormonas. No. Algo debía haber de cierto en el rictus de la expresión de Nacho y en todo lo que le echó en cara la tarde anterior.

Por diferenciar, Javier era “Papá” y Nacho “pupú”, -porque el resto de combinaciones sonaba raro-. Es la coletilla favorita de su marido que suponía que lo decía por lo de pipí y popó. Humor, lo llaman. De camino al mirador iba rumiando cada palabra que le hizo tragar “pupú” casi sin mirar y sin importarle dónde pisaba.

Pensando en el enfado de Nacho, llega al banco al borde del acantilado donde tantas parejas se hacen selfies al atardecer. El mar amanecía con fuerza bajo las rocas.  -Irritarse así, no había de qué. -Reflexionaba.- Lucía no había dicho “papá”, sonaba más a [fhafhá]. No había que echar las campanas al vuelo por eso y, desde luego, tampoco había que echarme a mí de la cama por no emocionarme. Por mucho que se empeñe no fue su primera palabra sino un simple balbuceo. Con 53 semanas de vida es lo normal. Si le aplaudimos cuando hable mal, jamás hablará bien.

El amanecer está a punto de comenzar. Pronto los primeros destellos de una esfera candente a 149.600.000km. llegarán a los bastones del ojo de Javier justo 8 minutos y 17 segundos después de salir de alguna explosión de gas del Sol. El firmamento se despereza mostrando una plétora de colores rosados, naranjas y azules que inquietan a Javier. Busca los puntos del cielo en los que el rosa es rosa, el naranja, naranja y el azul, azul. Las cosas son como está estipulado que sean. El azul cielo es cian y tiene una longitud de onda de 500nm. y papá se dice [ pəˈpɑː ]

El mar, a sus pies, da los buenos días a los pescadores que terminan su faena, arropándolos con la espuma y meciéndoles suavemente como si los barcos fueran una cuna antes de llegar a puerto. -Qué mareo-, piensa Javier que tan absorto está en buscar reglas y patrones a lo fabulosamente anárquico y bello de la Naturaleza, que todo lo que fue a buscar a ese sitio se le escapa a bocanadas.

El golpe síncrono de una muleta, la de un anciano que recorre el desfiladero, se hace cada vez más presente hasta el punto de sacarle de su concentración. Camina a ritmo de Lacrimosa de Mozart. Sin saberlo, supongo. Tiene un bigote poblado y, aun así, se le ven los dientes bajo el labio superior. Es un dibujo animado.

El abuelo se para delante suyo. Le reconoce, a fin de cuentas, el pueblo es muy pequeño.

-¿Es usted uno de esos que ha adoptado no?

-Sí.

-Chinita eh.

-De Sinkiang, al oeste, frontera con Kirguistán

-Ah, muy bien.  

-¿y cómo dices que se llama su hija?

Por un instante se queda en blanco. Gira la cabeza en la hora 6:12, justo para llegar ver la primera raya horizontal naranja del sol. Hipnotizado por la visión responde: -Phaphá

Mientras el viejo retoma el paseo dilucidando si el nombre de la chica es más de Sinkiang o de la contigua Quinhai, Javier se levanta de un salto y se va corriendo a ver el amanecer que realmente le emociona, el de los dos soles que tiene por ojos su “fequeñita”.

Gaviota

Me llamo Juan, soy un hombre perdido:

entro y acabo salido,

pienso y acabo confundido,

sumo y acabo dividido.

No recuerdo cuando fue la última vez que sentí en mi boca algo que no fuera una palabrota, un sabor que no tuviera el aroma a derrota.

Nunca seré el prota y me aguanto.

No sé, supongo que al final te acostumbras al regusto del llanto y verte ahí tirado deja de ser para tanto. Como diría el otro: Espantas al mismo espanto.

Juan siempre habla rimado. Como lo hace poco, se puede permitir ese lujo.

Por encima del puente donde vive es martes: El tráfico está nervioso, porque llueve. Doña Antonia va camino del mercado, Luis promete que esta vez sí venderá el gordo y las gaviotas van a la playa de delante suyo al primer turno del desayuno.

Juan las observa con mucha curiosidad. Por su estilo de vida se ve identificado. Pasa el día como ellas: vagabundeando, buscando comida y volando con la imaginación. Se siente una más: Decora su hogar día a día con los restos que encuentra en la playa. Pequeños tesoros que acumula y que le sirven para diferenciar su nido de cualquier otro rincón oscuro y sucio de la ciudad. Se dice a sí mismo: Si tuviera su pico pescaría peces y cangrejos. Si tuviera sus alas me perdería entre las nubes bien lejos, si tuviera su libertad me quitaría mis complejos y anidaría en el bloque del barrio para cuidar de mis parejos.

Por ahora no tiene hambre así que está en su nido sin hacer nada pero algo le llama la atención. Le sorprende como cada día esa gaviota que parece canosa y vieja se para en la desembocadura del colector donde vive el,  como si pasara a saludar o a decirle algo. De tantas veces que le ha visto le ha puesto nombre: Teresa. Es un nombre que le gusta.

Alguna vez le ha parecido que Teresa, con su pico, trajera regalos para él. Es imposible, piensa, porque ¿por qué una gaviota vieja y canosa traería nada a un perdido como él?

-Por qué Gaviota, por qué pudiendo volar quieres entrar en un lugar como este apestoso hogar.

-Por qué Gaviota, no te vas y dejas en paz a un hombre suspicaz incapaz de sentir amor sin disfraz

-Ay, de mi Gaviota de pelo blanco.

-Ay de mi Gaviota que me buscas por lo alto.

-De qué me sirve amarte, Gaviota si soy cobarde para tan siquiera, salir a saludarte.

-De qué me sirve que oírte pasar, Gaviota si me aterra irte a besar y pensar que te pueda volver a defraudar.

-Deja de venir a verme, Gaviota, deja de hacerme sentir que puedo volver a vivir como un hombre de feliz, bajo tus alas. Gaviota.

-Te quiero Gaviota, te lo digo por si mañana decides irte y no volver. Lo sabré entender porque de todas las cosas, desaparecer es la que mejor sé hacer.

Los hombres perdidos no sabemos sumar sentimientos positivos.

Entrevista al miedo (2ª parte)

En esta ocasión, Diego Tomé nos pidió que hiciéramos una entrevista al protagonista de la anterior historia. Eso me dio la oportunidad de cerrar la historia y darle una explicación a esa aparición del alter ego del protagonista reflejada en el espejo ¿por qué apareces y qué quieres de él?

—Ayyyy –se queja en voz baja de su tremendo dolor de cabeza, similar al de una resaca fortísima –Qué ha pasado, qué pasa, dónde demonios estoy.

—¿Ya despiertas bello durmiente? -suena otra vez esa voz desde el espejo.

—¡No me jodas, tú otra vez no, tú otra vez no!! —chilla despavorido al reconocer esa voz.

—Hey, hey, hey no grites que esto es muy pequeño —Dice la figura del espejo con voz y gesto de paciencia exagerados.

—Todo se mueve, dónde estoy joder, dónde me has traído, ufffff, todo se mueve. —Balbucea.

—Todo se mueve como en un… ¿barco? —Dice el reflejo remarcando la obviedad del lugar. —Deja de ser un mierdas, anda, y enfréntate a la realidad por una vez. Abre los ojos a ver si te suena dónde te he traído.

Javier arquea las cejas tirando de sus párpados. La luz le ciega. Abre los ojos queriendo entender la situación. Sorprendido apenas articula dos palabras —¿El Atenea?.

—Efectivamente capitán.

—¡Imposible! ¡El Atenea está atracado desde hace 3 años. Yo mismo di la orden y nadie más que yo puede moverlo!.

—Tú lo has dicho, nadie más que tú.—Secunda la figura señalándose a sí mismo. Recuerda que yo soy tú, esa parte tuya que no quieres ser.

—No nos movemos ¿Dónde estamos ahora?.

—¿Dónde crees? Sé que sabes, por cómo entra la luz del sol, que deben ser eso de las 15:30 de la tarde y por cómo se mueve el barco debemos estar anclados con las velas recogidas.

Javier se queda pensativo. Se levanta hasta situarse delante del espejo que refleja la figura de su interlocutor. Se queda cara a cara con él. Mira a los ojos a su reflejo que le de vuelve una mirada de quien espera una respuesta evidente. Habla muy despacio esperando que le corten, esperando equivocarse —Latitud treinta y seis grados norte con cuarenta y tres minutos y longitud –respira hondo –cuatro grados oeste y veinticinco minutos.

—¡¡Anda!! —La figura del espejo pasa de seria a burlona. —¿Me pregunto por qué habrás venido aquí justamente?

Javier le mira temiendo confirmar la peor de sus pesquisas.

La figura sigue hablando —Y también me pregunto qué hace ese bloque de hormigón atado con esa cuerda. ¡y un boli y un papel! ¡Cómo te gustan las escenas peliculeras don Javi!

—No. —Dice Javier asustado con el rictus cambiado al darse cuenta del plan —No —repite cada vez más fuerte —¡No!, ¡No!, ¡No! —Grita una y otra vez presa del terror.

—¿No? ¿Seguro que no? —Responde la figura con el tono burlón. —¿No te apetece ni un poquito?

—¡No! ¡no! —Grita llorando —¡Nooooo!.

—Porque para algo habrás traído ese material. No sé. Quizás tengas algo en la mente que quieras cerrar. Tal vez un recuerdo trágico, algo que sucediera aquí, mmmmh, piensa que se gurose te ocurre.

—Yo no traje nada, has sido tú, joder, tú y sólo tú… —Llora Javier inmerso en pánico

—¡NO! —Sentencia firmemente la figura. —Yo soy tú y sólo tú eres el que has traído el bloque de hormigón así que tú sabrás qué cojones quieres hacer con eso.

—Yo no soy tú.

—Sí que lo eres.

—No…

—Mira niñato. A ver si lo pillas qué hacemos aquí. Estamos en el mismo barco, en el mismo lugar y en la misma fecha que el accidente. —Expresa retadora la figura —¿Atas cabos?

—No… Dice Javier queriendo evitar la realidad.

—Sí, el accidente en el que murió María. ¿Te acuerdas?

—Todos los putos días.

—Pues ya que estamos aquí con los accesorios de baño que has traído yo lo veo de dos maneras: Puedes escribir una despedida bonita y coger el bloque de hormigón, atártelo al cuello y saltar del barco para reunirte con María o bien…

—¡¿O bien?! —Interrumpe Javier queriendo oír desesperadamente la opción segunda.

—O bien —dice la figura de forma conciliadora —puedes escribirle lo mucho que la querías, cuánto la echas de menos, atar la carta a la cuerda y hundirla con el bloque a modo de lápida y seguir con tu puta vida.

—No…—repite —Yo maté a María… Yo maté a María, tengo que ir con ella.

—¿Seguro? ¿Seguro Javier? ¿Seguro que fuiste tú? —Recrimina la figura muy seria. —Haz memoria.

Javier llora atormentado —Sí, había marejada; Olas de 3 metros; tengo que ir con ella. Yo estaba manejando el timón y ella se desancló a desatar la botavara; tengo que ir con ella, y al soltarse le dio un golpe en la cabeza; tengo que ir con ella y se calló al mar y cuando me di cuenta me tiré al agua y fui a por ella y nadé y la cogí y la subí al barco y estaba muerta. ¡¡Muerta!!

—¿Y quién le dijo que se soltara para ajustar la botavara? —Recrimina la figura.

Javier se queda helado, quieto. —Javier. —Insiste la figura. —Te he preguntado que quién le dijo que fuera a ajustar la botavara.

Javierr sale del trance de la pregunta y mira fijamente a la figura. Responde. —Nadie.

—¿Nadie?

—No… Yo, yo le dije que aunque se rompiera la botavara daba igual que teníamos el foque de capa para impulsar la nave y que ya se arreglaría en puerto.

—Y aún así salió a cubierta. —Afirma la figura.

—Y aún así salió a cubierta. —Confirma Javier, que ya respira con más calma.

—¿Y el resto del equipo? ¿Te recriminaron algo a ti?

—No, no, no. De hecho dijeron que ue fui tan estúpido como ella al saltar al mar, podíamos haber muerto los dos y, sí, lo entendían. —Javier inspira por la nariz, serio pero con el rictus menos tenso.

Hay un silencio. Javier respira hondo mirando al suelo. La figura le mira a él mientras recobra poco a poco la integridad. La figura permanece mirándole impasible.

Javier recupera el tono —¿A eso has venido? ¿A torturarme y a hacerme decidir si matarme yo o matar la memoria de mi mujer? ¿Es ese el motivo de tu macabra existencia? ¿Por eso te me apareces y me haces esas cosas?

—¿Eso crees?

—No sé, dímelo tú.—Ahora reta Javier a la figura.

—Javier, dime: llevas tres años de la cama al trabajo y del trabajo a la cama. Dime, maldita sea ¿Hace cuánto tiempo que no notas la sangre por el cuerpo? ¿Hace cuanto que no deseas a alguien o que te sientes deseado? ¿Hace cuánto que tu sangre no brota por tu cuerpo? ¿Hace cuánto que no te sube la puta adrenalina como cuando competías en altamar en este mismo barco? Joder Javier ¿Hace cuánto que no vives? Te lo diré: Hoy hace tres años así que o decides volver a vivir la vida plenamente o decides terminar con esta vida de moribundo con la que llevas tres años. Te toca decidir.

Ambos se miran fija y profundamente. La figura del espejo sentencia —Ahí tienes la hoja de papel la cuerda y el bloque de cemento. Tú sabrás si tienes que despedirte de María o despedirte de ti mismo. Sea como sea cuando la termines yo ya me habré ido.

Al poco rato Javier subía a cubierta vestido de capitán con la carta manuscrita, la soga y el bloque de cemento.

Tú eres tu propio miedo

Hay miedos estáticos y miedos portátiles. Miedo estático es aquel del que puedes huir: las alturas, hablar en público, una calle oscura etc. sólo los tienes mientras estás ahí y desaparecen cuando te mueves del lugar. Otros miedos los llevas contigo, porque hay miedos en los que…

Tú eres tu propio miedo

Javier yace despierto y conmocionado al borde de su colchón. Acurrucado en posición fetal sobre su lazo izquierdo desnudo y destapado no se puede mover. Nada. Ni siquiera carraspear para aliviar la sequedad de su garganta. Nada. Sus piernas, sus brazos, su cintura le son ausentes. Nada. Sus ojos irritados los mantiene fuertemente cerrados. Tampoco ve nada.

Entre tanto vacío percibe una mano que le acaricia por detrás. Áspera pero cálida. Delicada pero decidida. No esta solo. Quiere gritar. Aquel ¡¡quién coño eres, no me toques!! suena a sus oídos como un quejido de un mudo. No se puede mover, ni siquiera para chillar. Nada.

Encuentra fuerzas de su interior y consigue abrir los ojos. Mira a su alrededor. Un frío le recorre su alma cuando ve que está solo. La mano áspera, cálida, delicada y decidida no es de nadie.

Habrá sido un sueño. ¡¿un sueño?! Imposible.

El silencio negro que le envuelve se rompe de golpe cuando Javier oye a alguien en el cuarto de baño.-«Pero estoy solo, vivo solo ¡tengo que estar solo!».- Piensa. La voz le suena tan cercana, pero tanto tanto que es irreal porque suena como la suya, con las expresiones y forma de hablar como si se estuviera escuchando a sí mismo. Le dice cosas que sólo él sabe. «Esto es demasiado real», piensa.

En un esfuerzo brutal de quien quiere despertarse de una pesadilla consigue recuperar los brazos y las piernas; tomar el control. Se llena a sí mismo, va notando cómo la piel va avisando del avance del frío que siente, centímetro a centímetro. Respira cada vez más rápido, jadea, se entrecorta.

Se siente despierto. Despierto de verdad. Su cuerpo ya le pertenece. Tórpemente se levanta de la cama, va hacia el cuarto de baño, se mira en el espejo y ve esa extraña figura tan familiar. Es él, pero no es él. Con la cara desencajada por sentirse un extraño a sí mismo inspira con torpeza y consigue gritar-¡¡¿quién coño eres?!!– Se lo dice a él, a otro él. Se observa: Su marca de nacimiento en la frente, la herida que se hizo ayer afeitándose y sus labios pálidos por el miedo pero esa mirada, esa mirada es de otro.

Como una gota de sangre al caer al mar, la presencia se diluye hasta que al fin siente como propio su propio reflejo. Cada vez está más convencido de que todo era un sueño. Respira hondo. Se relaja y se apoya en el lavabo con los brazos extendidos cada vez más tranquilo. Agacha la cabeza –¿Qué coño ha pasado? Joder, qué pesadilla– Inspira una bocanada de aire, cuenta hasta tres, lo expulsa. Lo repite una vez y lo repite otra vez más. Se lava la cara. Respira. Mira al espejo, es él, él de verdad.

Inspira. Nota que alguien le mira. Un escalofrío le quiebra la voz y se le cierra la garganta. Siente una fortísima sensación de presencia. Hay otra persona en el baño, mirándole. No se atreve a mirar al espejo, sigue con la cabeza apuntando hacia abajo. Busca en el suelo indicios: otros pies u otras sombras. No hay. Levanta la vista todavía apoyado en la cerámica. Desde el otro lado del espejo el «yo» de antes tiene otro aspecto. No es él. Está con los brazos cruzados mirándole fijamente a los ojos. Habla él, el otro él “¿sigues pensando que soy un sueño?”Le dice amenazante.

ATESTADO POLICIAL.

12 / II / 2016. Madrid. Distrito de Carabanchel.

La habitación del desaparecido se encuentra a oscuras. Las sábanas están revueltas con salpicaduras de sangre con forma y densidad características de un forcejeo. Hay cristales rotos repartidos por todo el colchón que pudieran ser del espejo del cuarto de baño. En la pared izquierda hay garabatos rojos dibujados a dedo que parecen hechos con sangre. Se distinguen unas letras. Una J, otra A, una V otra I, otra E y una última R. Un teléfono móvil está en línea desde hace 12 horas 48 minutos. Coincide con la hora de la desaparición. Por el auricular se oye cada la risa de un hombre de la edad del desaparecido. Cada poco dice:

Nunca me encontraréis