Javier no come solo

Le veo atento como un director de orquesta mira a su elenco. El cuchillo a la derecha con el filo hacia dentro y lo más cerca del posible plato, aunque sin llegar a tocarlo. La cuchara la coloca por fuera, pegados y el tenedor justo al otro lado. A Javier le gusta que todo esté en su sitio. Marisa, la camarera lo sabe y se lo deja todo alborotado. Es una broma entre ellos. Todos los días igual. A las 14:27 se repite la escena su sitio de la larga mesa que él siempre tiene reservado. Le saludan todos los habituales del restaurante del polígono Antonio Machado.

En la mesa del fondo se oyen frases sueltas. No sé qué de las ventas, datos que te inventas, vidas que crees que solucionas cargadas de condiciones sangrientas, egos que alimentas. Gomina, barbita, camisa petada, vaqueros y zapatillas opulentas porque no soy comercial, soy un colega de esos que no tienes y por lo que tanto te lamentas. He llegado para hacerte feliz a cambio de comisiones suculentas. En la mesa 6 mis compañeros de trabajo, hablan de cómo han llegado a ser unos mierdas que juegan a las apariencias, ratas sedientas. Dicen ser dioses jugando a las reventas.

A Javier lo saluda Miguel, el del taller de al lado, siempre le enseña fotos de las motos que ha arreglado. Después del accidente empezaron a hablar y nunca lo han dejado.

A Javier le sonríe María, la dueña y señora de la asesoría. Antes le llevaba las cuentas, ahora le hace reír contando alguna tontería.

A Javier le guiña un ojo Mario, del desguace, le trae muñequitos varios que en su tiempo libre hace. Son más amigos ahora incluso que antes.  

A Javier le grita Sonia, gruista en plena forma. Dice que le va a llevar al gim y que no le vale la excusa que no se pueda mover tan bien ahora.

A Javier le mete prisa su jefe. Pese a que rompe todo y va muy lento, le da el trato que se merece. Siempre es el empleado del mes desde el accidente. 

En mi mesa, las ratas en su festín de historias endiosadas, miran a Javier como el monstruo deforme de un cuento de hadas. El buen bicho raro que tiene que haber para que el bello caballero destaque entre las masas de seres repugnantes necesitadas de historias heroicas de espadas alzadas.

¾ Pues Iba al gim conmigo, me afectó lo de su hostia, de veras, pero si te pasas con la meta, ¿Qué esperas? Le pasa por no saber de la vida, joder que hay que saber frenar o revientas. Sobre todo cuando lo que tienes delante es un camión de 40 toneladas a más de noventa. ¾ Todas las ratas ríen con la ocurrencia de su jefe de ventas. Se venden por comisiones suculentas.

Miran a Javier con desagrado a más no poder, ponen muecas de asco cuando le ven comer. De todo lo que se mete en la boca, la mitad se le suele caer. Grita mucho, es difícil de entender. El que menos venda ese mes, se tiene que sentar un día con él.

Lo miro de atento y no puedo parar de preguntarme, si es en esta mesa, la de las ratas, en la que realmente quiero sentarme. Si soy así como los de aquí o soy asá, como el hombre de allá. Compañeros, perdí, asumo la realidad.

Me levanto y me siento con él. Le pregunto que qué es lo más rico que tienen aquí para comer… y que sea, lo que tenga que ser.

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