—La receta del arroz de los Pérez es un secreto de nueve generaciones. Este arroz es la mejor y más sabrosas de todas nuestras tradiciones. Mis tatarayoquesé las trajeron el secreto de China cuando fueron a trabajar de figurantes para esos cuencos grandes decorados con dragones. Si te fijas bien, las piernas de los hombres siendo comidos tienen la forma de mis dos jamones.
Mira cómo será, que cuando lo cocinaba bajó Puri, de la planta doceava a ver si ese olor era real o es que otra vez soñaba, le dije que no, que estaba hecho con mis dos manitas, la mulinex y con las 3 cosillas de ayer que me sobraban y, por supuesto, el toque mágico de mis ancestros que sé yo que me guiaban. Para ti, Suegra, que eres lo mejor de mi vida y después de repetir te cuento el secreto la receta, porque eres tú mi elegida que continúe con la tradición de mi arroz de poeta
—Qué casualidad cuñado, he traído también un arroz hecho sin tanto amor con mucha humildad y sumo cuidado. Técnicas innovadoras y los mejores productos del mercado. Muchas horas de preparación, cocción y reposado, ya sabes que para que el arroz coja todo el sabor hace falta su tiempo de macerado. Delante de la cochera, todos los CEOs en sus descapotables paraban deleitados ante el olor que salía de la chimenea grande del tejado. Taponaron la puerta principal, la del servicio y la de invitados. Menudo revuelo se creó cuando se extendió el rumor que el arroz era para los allí congregados. No señores, vuelvan a sus mansiones, el arroz es para la suegra de mis amores. Los Hortaleza-Cayetano-y Olé sabemos complacer a nuestros priores.
—¡Ay que lo siento en grado sumo!. Como somos tan pocos, será mejor comer solo de uno. Mis dos yernos sabrán elegir cuál de los dos arroces nos quita de este ayuno.
—Que no haya lamentos, cuñado. Hagamos de esto oportunidad y no un enfado. Os propongo deleitaros con mi arroz inspirado y dejar el tuyo para otra ocasión que el destino nos tenga planeado, o se lo das a Puri que seguro aprecia de buen agrado y si no lo quiere pues lo tiras por tu rellano que seguro le da un mejor olor a vuestro portal meado.
—Gracias por oferta pero la suegra querrá probar un arroz que no haya sido hecho por tus sirvientas. Ese toque guineano seguro que le aporta toda la distinción que aparentas y tu robot de cocina hará una salsa de primera pero el chupchup de mi cacerola a fuego lento le da ese punto de hogar, tradición que no lo da esa mierda bio-natur-trans-ecológica que guardas de tu nevera.
—Es normal, siendo duro de mollera, confundir la Termomix con una paellera. Es esa cosa grande, redonda con asas que sirve para hacer arroz de primera. Deleitarnos con tu comida suena a historia, leyenda o quimera.
—Gracias, cuñado, por tus palabras dedicadas. ¿Eso se lo enseñas a las sirvientas que tienes secuestradas? Sé que no es tuyo el arroz porque no tiene gomina como para parar las balas. Ahora o nunca, quizás toque asumir que esa frente llega hasta la nuca. Tranquilo, en Turquía te pueden poner tu arroz de peluca…
—Hijas mías de mi corazón, ya sabéis que ninguno de vuestros maridos fue nunca santo de mi devoción, ¡Con el esfuerzo que he dedicado a educaros, que los hayáis elegido es para mi una sinrazón! Pero he de reconocer que la estrategia que habéis planeado para que podamos estar las tres juntas sin molestias me devuelve la ilusión. Entre que preparan la comida y discuten nos deja tiempo para un buen paseo con su vermú y su baño de sol. Brindo por vosotras y porque sigamos muchos años dejando que discutan por quien hace el peor, más soso y seco arroz.