ENTORNO
Pitufo! Un pitufo! Me pide el de la mesa 3 con la boca henchía; y es que mis clientes me llaman así por la ironía. Qué agonía.
Que la primera me reí, la segunda disimulé, la tercera me lo callé y ya la cuarta desistí, ¡Ave María, no repartirías un poco de afonía! Naaaa, vendita inocencia mía, si en el fondo me gusta esta gente. “Don Manolo, el pitufo ¿de lo de siempre?”
APARECE ELLA
Y ella, siempre ella, eterna ella. Parece lejos, pero está cerca, ausente del bullicio y de la comedia. Mirada al infinito en un banco de la calle Tomás Heredia. Un tótem, una escultura de lo que podía haber sido, una metáfora de la vida previa al suicidio, un alto en el camino en la huída al exilio.
¿Quién es? ¿Qué esperará encerrada en su concilio?
Nunca la fui a acompañar, su presencia me hace recordar lo frágil que es la vida en este lugar llamado mundo, que grácil se evapora el amor en un segundo. Transformando un corazón latente en un grito seco, gris ausente y rotundo.
¿Quién es? ¿Qué le habrá llevado a su presente vagabundo?
Una mujer de la que no tengo saber y que me inspira poemas sobre los dilemas del querer y del correr. De la altura de nuestros sueños, de las heridas en las manos siguiendo los grandes empeños que pensamos en nuestra cabeza, dejando de lado los pequeños que olvidamos por pereza.
¿Quién es? ¿Quién será? Y sobre todo, ¿quién soy yo, para preguntar?
PASA EL TIEMPO
Ya son semanas que me fijo si lleva sombrero los días de terral y le dejo de casualidad un abanico de publicidad para paliar la soledad del calor que abrasa ese lugar.
Que le acerco una botella de agua para rellenar sus lloros y desahogos cuando la piel se le fragua aislando sus poros y se encierra en ella.
Que la sonrío sin que me vea cuando noto que su brillo tambalea y a la oscuridad gotea sobre el filo de un cuchillo con ganas de pelea.
Que cuento en alto un chiste cuando ella recibe el asalto del ¿por qué te fuiste? Y su mirada triste embiste el asfalto más falto de esperanza que existe.
ME LANZO
Un día, ya harto, me lancé al ruedo y sin saber cómo ni por qué le dije buenos días que si quería algo pa´comé. Que la invitaba a pasar ahora que no estaba la marabunta del tentempié. Me miró de una manera que siempre recordaré y sin saber cómo ni por qué le solté un consejo que un día me dio una peazo de muhé.
Esperar, es vivir por los demás no por quien de verdad debes de cuidar. Que a nadie le importa lo que hagas mientras ellos no están y que el tiempo es algo que no puedes recuperar.
Su sonrisa fue su despertar, se levantó del asiento en silencio y hasta aquí puedo contar. Desapareció para no volver a ocupar su lamento.
SE MANIFIESTA
Hasta que un día se manifiesta, guapa como ella sóla, con un peinado que quitaba el sentío. No queda nada de su pena, de su pesar ni de su hastío.
Y me reconoce y me mira y cuando le voy a hablar, me tapa la boca con un gesto muy viejo: y me dice, que aquel día ni escuchó mi consejo, que me vio venir de lejos y que pasaba de otro hombre salvador, que nos creemos todos lo mejor y no somos ni un pellejo. Que no valemos ni para arder, que yo fui la puntilla que le hizo ver que en realidad quien mejor la entendía era otra mujer! Y ese mismo día, se fue a su peluquería y a la misma regenta que la atendía le hizo ver que ambas tenían mucho que cortar, que contar, que tocar y que comer…
No sé si le dije perdón o gracias o directamente le puse un desayuno continental pero desde entonces ambas vienen de forma sacramental a tomarse su nubecita antes de entrar a trabajar, la una con sacarina, que hay que aparentar y la otra con dos de azúcar que la vida está para disfrutar.
Se miran, se sonríen, se tocan y se hablan como dos enamoradas y totalmente integradas también se han unido al club de la ironía llamándome también Pitufo 7 veces contadas, ¡Ave María, iba en serio lo de la afonía!.
FINAL
Lo sé, no es la típica historia, pero la vida es una noria y cuando estás abajo te puedes permitir el lujo salir de tu lugar y jugar a decidir con quién seguir esta vida giratoria.