Cuando conocí hace años las fotos de Chema Madoz me impactaron. Recuerdo preguntarme cómo sería la realidad en la que viven esas imágenes. De eso va este relato.
Aproveché unos deberes del taller de escritura, que justamente consistían en crear una historia a partir de una imagen*, para desarrollar esa realidad del fotógrafo.
*La imagen de partida no la comparto porque pertenece a los recursos docentes privados de mi profesor y el texto se entiende bien sin ella. ¡Disfrutad!
¡Hola grandullón! ¿Qué haces despierto? Hijo, ¿Qué me traes? ¿Y esa foto? Vaya, esa foto precisamente. ¿De dónde la has sacado? Cariño, sabes que no me gusta hablarte del abuelo y que es muy tarde… Bueno, ¿sabes qué? Que ya eres mayor.
A ver por dónde empiezo…
¿Te has preguntado alguna vez por qué siempre te digo que no dibujes un dragón, que mejor hagas un águila; que no inventes castillos, que copies uno de tantos que ya hay o que los ángeles no existen, pero los médicos y los policías sí?
Bueno, todo tiene un por qué.
Verás, cuando murió la abuela, siendo yo de tu edad, tu abuelo, en vez de quedarse parado y triste, se decidió empezar a vivir, digamos… «a su manera». Se convirtió en una persona nefelibata, que diría él. Pasó de ser un respetado hombre de negocios de la comarca a volverse un poco tarumba.
Empezó con pequeños cambios en casa. Quitó los marcos de las puertas y en su lugar puso libros superpuestos de diferente temática en forma de arco. Para pasar de una habitación a otra tenías que encontrar la llave que él escondía aleatoriamente en uno de ellos. Pretendía que me entrara la curiosidad y desarrollara la creatividad. Acabé comprando un imán para encontrarla.
Un día llegué de clase y ya no había mesas. Las había cambiado por maletas con patas. Al sentarnos a almorzar o cenar me contaba alguna batallita de algún viaje que había hecho. Sabía que sus historias eran inventadas porque cuando iba a la biblioteca a estudiar acababa buscando la verdad de los sitios donde él supuestamente había viajado.
Cuando yo te castigo te pido que vayas a tu habitación a pensar ¿verdad? Pues si yo me portaba mal él me obligaba a sentarme mirando una la pared del comedor. En ella había escritas una panoplia de palabras que se vislumbraban con el sol. Según él quería “hacernos ver más allá de la pared, a través de las palabras” Yo me pasaba la condena con los ojos cerrados y dándole vueltas a cómo irme de esa casa.
En el jardín había plantado una escalera muy, muy alta con un asiento al final. Decía que cuando estabas confuso, podías subir a preguntarle tus dudas a los ángeles. Era habitual verle ahí arriba hablando solo, como un loco. Era el ejemplo más claro de que él estaba en las nubes. Yo decía que tenía vértigo para no subir.
Y así montones de cosas.
Esta foto que me has traído es del día que nos enseñó su gran proyecto. Estaba increíblemente feliz. Había invertido todos nuestros ahorros en transformar el antiguo cuartel del pueblo en un centro cultural para enseñar a la gente a ver la realidad como él la sentía. Le iba a poner mi nombre.
Todo iba bien hasta que, cuando ya tenía casi todo hecho, se le acabó el dinero y nadie, ni vecinos ni amigos quisieron ayudarle. El pobre salió de golpe de su trance, como si se hubiera dado cuenta de que el proyecto y su forma de ser eran, simplemente, una locura.
Se quedó gris
Estuvo así durante semanas.
Le dí por perdido.
Una tarde, sin venir a cuento de nada, me miró sonriente como cuando inventaba sus cosas; me dio un beso, me dijo que me quería como a nadie, que estaba muy orgulloso de mí, salió de casa y nunca le volvimos a ver más. Me abandonó, pero curiosamente, desde entonces le siento muy cerca.
La gente decía que le habían llevado preso o al manicomio o que se había suicidado. Es todo mentira. Yo sé que se subió a la escalera del jardín y allí le recogió la abuela y ahora están viajando juntos por las palabras del salón y por los libros de las puertas.
No sé por qué nunca había hablado de esto. Pensándolo, creo que todas sus locuras me enseñaron mucho aunque yo lo pasara tan mal. Incluso creo que el hacerme escritor se lo debo a su forma de ver el mundo.
Campeón, se me está ocurriendo una cosa. Sé que tienes clase y es una locura pero ¿Qué te parece si mañana por la mañana vamos tú, mamá y yo al pueblo con muchos papeles y lápices de colores y pasamos el día dibujando ángeles, dragones y castillos?



